EL LADRÓN DE ROSTROS, Ibon MARTÍN
Así, nos sitúa en un paraje bien conocido por el escritor: Oñate y su entorno místico e idílico donde conluyen ritos y tradiciones ancestrales (cueva de Sandaili) y una excelsa espiritualidad religiosa ( Santuario de Arantzazu). De este modo, la trama se inicia con el asesinato de una mujer embarazada, Arantza, en un rito de fertilidad. Este contrasentido obliga a Madrazo y a su equipo (UHI) a actuar contrarreloj para evitar más homicidios ( aun así no pueden impedir otros tres: la serora de la ermita de San Elías, Fray Sebastián y el carpinterio Fernando) y para detener al asesino-misionero, es decir, una mente trastornada que considera que obra correctamente "al eliminar del mundo individuos perniciosos", como muestra su obsesión con las esculturas de los apóstoles de Oteiza, antes de la festividad del Corpus Christi de Oñati.
Gracias al narrador omnisciente, los protagonistas: la inspectora Ane Cestero, Aitor Goenaga, Julia Lizardi muestran una evolución psicológica que cierra algunas cuestiones inconclusas en su novela anterior, Entre los muertos. También se aprecia esto en distinto grado en otros personajes: el político vengativo y corrupto Iñigo Udana, el director de la orden Fray Inaxio, el escultor Andrés y su esposa Gema ( terapias alternativas), la glotona Sor Cándida, los miembros de la escuela de pastoreo: su director Ayala y sus alumnos Peru y Gaizka.
Dividida la novela en capítulos con ubicaciones y dataciones precisas, su narración dialogada es vivaz y de ritmo trepidante que eclosiona en un climax final. Asimismo, se tratan temas candentes como la corrupción política, el despoblamiento rural y el consecuente olvido de tradiciones y costumbres (pastoreo, argizaiolas), el fanatismo religioso y su ansía de poder, perjurios, venganzas, el confinamiento perimetral (protocolo Covid), las ínfulas del pasado que generan un presente enajenante.
En resumen, esta obra atrapa al lector por su celeridad y su narrativa a la vez que le guía en su lectura con un croquis inicial y datos concretos, una constante en este autor.
Mª Cruz Fernández
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