sábado, 14 de junio de 2014

EL DELICADO ARTE DE MANTENER EL EQUILIBRIO EN EL COLUMPIO, Emmanuelle URIEN

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EL DELICADO ARTE DE MANTENER EL EQUILIBRIO EN EL COLUMPIO, Emmanuelle URIEN


                ¿Qué haríamos para superar el dolor provocado por una traición? o mejor ¿qué no haríamos? Esa es la base argumental que la escritora francesa Emmanuelle Urien nos propone en su novela El delicado arte de mantener el equilibrio en el columpio (Grijalbo, 2014), metáfora de la convivencia ; el columpio de las relaciones sociales.

Escrito en primera persona, la autora es omnisciente y el lector es plenamente consciente de los pensamientos y sentimientos (aunque humanos,  no menos crueles por ello) de Pauline al saberse traicionada por las dos personas más importantes de su vida: su marido Yann y su mejor amiga Mélanie.

                            La protagonista es una burguesa acomodada, madre de tres niños de corta edad y ama de casa. Ella siente que su hasta entonces estable y feliz vida cae desde lo más alto del pedestal hasta lo más profundo del infierno.

                              En este tortuoso camino será acompañada por su famosa, profesional y seria madre psiquiatra  y por Max, un profesor de física jubilado. De hecho, las alusiones a la física cuántica y, en concreto, a la paradoja de Schröndinger son evidentes llegando a establecer paralelismos entre esta paradoja y la resolución del conflicto de Pauline.

                          Así, ésta vivirá situaciones disparatadas, actuará de forma irresponsable, será caótica y por qué no, cáustica. Y gracias a sus observaciones, gestos, dichos el lector acompaña anímicamente a Pauline en este pasaje aunque en algunas ocasiones repruebe su actitud.

                     Es por ello que el desenlace o , mejor dicho. el final de la novela está acorde con el argumento. Las soluciones al conflicto son tan variadas como puedan ser las personas y sus respuestas ante una sensación tan humana como es el dolor.

                                         
                                                       Mª Cruz Fernández

lunes, 9 de junio de 2014

EL GUARDIÁN DEL TIEMPO, Mitch ALBOM

EL GUARDIÁN DEL TIEMPO, Mitch ALBOM


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                 El escritor estadounidense Mitch Albom en su novela El guardián del tiempo (Maeva, 2013) reflexiona sobre el tiempo cronológico: su importancia en la sociedad actual y la infravaloración a la que le sometemos.

            Para censurar esta actitud nos presenta a Dor, el denominado y archirepresentado Padre del Tiempo, quien en su afán investigador obtiene la medida del tiempo, pero obvia lo realmente importante como es el amor, la amistad y la familia. 

            Aunque Albom sitúa al lector en los albores de la humanidad , es decir, en la prehistoria,  le conduce hasta el presente, más cercano a su realidad, en esta trama en la que Dor encarna al científico que sacrifica todo en aras del progreso y no es consciente de lo relevante hasta que lo pierde. 

                             Así, al igual que Sísifo, Tántalo, Atlas y otros titanes, Dor es condenado a permanecer en una caverna ( referencia al mito de la caverna del filósofo heleno Platón) para expiar su pecado; a saber, subestimar la afectividad. Y, después de siglos de reclusión, se convierte en el hilo conductor de la vida de dos personas dispares: un anciano moribundo y una acomplejada adolescente enamorada. No obstante, los tres, cual penitentes, redimen su culpa y reconducen su situación a la normalidad según el autor del relato.

                         La lectura de esta narración es fácil tanto por su tipología como por sus evocaciones.

                      En las primeras, se destacan diez fragmentos o capítulos con un título breve pero significativo: prólogo, futuro, epílogo... en los cuales se intuye el desarrollo del relato. Dentro de cada uno, el escritor ayuda visualmente al lector al fraccionarlo en breves narraciones con un encabezado en negrita, asemejando dicha disposición gráfica a las noticias o comunicados tan frecuentes en la era de las comunicaciones.

               Escrito en tercera persona y con diálogos someros, tanto el léxico como la sintaxis empleada son estándar y sin complejidad las cuales estimulan la lectura  y, por ende,  se  pierde la noción del tiempo !Divino tesoro!

                  En las segundas, Dor nos recuerda a Schrunch "el fantasma de las Navidades " de Dickens en su obra Cuentos de Navidad al tiempo que nos advierte : tempus fugit.
                                
                                                           Mª Cruz Fernández