martes, 22 de abril de 2014

LEGADO EN LOS HUESOS, Dolores REDONDO

LEGADO EN LOS HUESOS, Dolores REDONDO


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           Dolores Redondo continúa en Legado en los huesos (editorial Destino, 2013) la línea argumental inconclusa de El Guardián Invisible (ver reseña 7-04-2014) diversificándola a medida que se suceden los distintos acontecimientos y concluyendo en un elemento único que se entronca con la historia familiar de la protaganista.

         Así, en esta nueva etapa, la inspectora Amaia Salazar se enfrenta a un caso policial cuyas ramificaciones, cual neuronas, y variaciones, tantas como comportamientos humanos hay, le suponen una mayor movilidad geográfica: Pamplona, San Sebastián, Zarautz, Bilbao, Huesca; y, también,  salpicada de monumentos emblemáticos como el museo Guggenheim, el cementerio de Polloe, la Plaza del Castillo... que ayudan al lector a situarse. Ahora bien, la deixis espcacial se centra en Pamplona y Elizondo ( el valle del Baztán).

                        De igual forma, las referencias mitológicas tampoco son baldías: el guardián invisible de Amaia o Basajaun, su antítesis Tártalo ( Tarttalo, el cíclope griego quien es el destructor, enemigo de la raza humana tal y como expone Homero en su obra Odisea), las lamias (lamiñak) o la omnipresente Mari. Gracias a ellos, el lector, conocedor de las peculiaridades de estos seres mitológicos, avanza en la narración.
También nos adentramos en el mundo de los ritos y creencias ancestrales; algunos, cruentos como el sacrificio; otros, supersticiosos como las nueces de la belagile o bruja; ancestrales como los enterramientos de los no-bautizados, tan característicos de esta zona geográfica, cuyo conocimiento se debe a la Inquisición y sus opresivas actuaciones en el medievo.

                      En esta novela, además de enfrentarse a los problemas habituales de su profesión: delincuentes, problemas de autoridad, presión... nos encontramos con una mujer que debe compaginar su vida familiar y laborar; lidiar con las inseguridades de su reciente maternidad cuyo lastre emocional no ayuda a superar; mejorar las relaciones de pareja y... la tentación. En definitiva, una Amaia Salazar más humana.

                     La prosa es sencilla y clara; los diálogos, rápidos y cinematográficos con alternancia de la primera y tercera persona (éstos avisan al lector de la situación anímica de la protagonista); las descripciones tanto geográficas como psico-emocionales, reveladoras; el léxico, preciso y concreto  hasta tal punto de que el glosario sólo ofrece cuatro vocablos que necesitan aclaración puesto que las palabras en lengua vasca (euskalki o desviación del Baztán) se explican de forma breve, sencilla y literaria en el relato.

                    Para resumir, el lector se halla ante una novela de intriga cuya acción crece a medida que avanza con matices visuales y datos inquietantes y un desenlace impactante.

                                                Mª Cruz Fernández